¿Quién es un misionero?

Los misioneros son mensajeros de fe, conscientes de que Cristo hoy más que nunca necesita de apóstoles convencidos, de evangelizadores que quieran ponerse sin reservas a disposición de esta gran misión redentora a la que todos los cristianos estamos llamados. Asumen la gran responsabilidad de no permanecer indiferentes o pasivos ante las necesidades del mundo y de la Iglesia, buscan instaurar el Reino de Dios, un mundo donde reine el amor.

Cada misionero busca:

- Ser un testigo de Cristo.

– Llevar a Cristo a cada persona

– Proclamar el Evangelio por medio de sus acciones y testimonio

– Encender el fuego de la fe en los corazones de todos los demás.

– Evangelizar, respondiendo al mandato de Cristo de «Id por todo el mundo y predicad el Evangelio» (Mc. 16, 15)

– Ser ese apóstol de la nueva evangelización que el mundo necesita y Cristo espera.

– Ser apóstol convencido de fe, que cree en Cristo, y que como San Pablo, cree que predicar el Evangelio no es motivo de gloria, sino un deber.

– Busca compartir con los demás esa fe sencilla y fuerte que ha recibido en herencia como don de Dios.

Nuestros misioneros:

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Espiritualidad del Misionero de JFM

Cristo está en el origen de toda vocación cristiana. Es Él quien llama. La palabra «vocación» significa, precisamente, «llamado». Y el primer y fundamental llamado que Cristo hace a todo hombre es a seguir sus huellas por el camino del amor. Esta vocación conlleva un llamado a la santidad y al compromiso apostólico.

Nuestros Amores

Nuestros Patronos

La Sagrada Familia
San Rafael Guizar y Valencia
San Pablo Apóstol
Santa Teresita de Lisieux
San Francisco Javier

Nuestros Amores

Es modelo de transformación e ideal de vida, su amistad con Él es el fundamento de su vida cristiana.
El misionero le ama con un amor filial y tierno, es su modelo de virtudes, especialmente la caridad, humildad, obediencia y pureza.
El misionero rinde lo mejor de sí a la Iglesia, se pone a su servicio pues le ama apasionadamente, le sirve a través de su apostolado.
El misionero ama con devoción, respeto y obediencia filial a los mandatos del Papa y los Obispos.
El misionero valora el amor que Cristo tiene por cada persona, reconoce la importancia de la salvación de una sola alma y se esfuerza para contribuir con esta valiosa tarea.